ONE IN A MILLION
Capítulo 2: Un Ser de
Otro Mundo
Mientras
trataba de calmarse a sí mismo y de encontrar una explicación lógica a todo lo
que sentía, sintió el tono de su celular avisándole la urgencia de alguien por
comunicarse con él, caminó con una gracia natural, con la cual sólo él podía
desplazarse, estirando el níveo y ejercitado brazo para coger el celular último
modelo que sonaba sobre su escritorio. Se trataba de Taki, uno de sus amigos
más cercanos y su confidente. Una expresión de fastidio se reflejó en el
inmaculado rostro del joven heredero, no se explicaba qué podría querer Taki un
domingo al medio día, y francamente no tenía ni las ganas ni el tiempo de
aguantarlo. Dio un profundo suspiro antes de contestar y gracias al cielo que
Taki no podía ver el rostro de su amigo ahora mismo, porque hasta él se habría
sentido herido por la indiferencia total que reflejaba su expresión, y es más,
ni siquiera había hecho el esfuerzo de simular interés en su voz, la cual
sonaba frívola y apática a través del teléfono celular.
-¿Qué quieres? ¿No
tienes a nadie más a quien fastidiar?- Respondió Atobe
sin ningún tipo de rodeo.
-Qué dices!!! Si tú
sabes cuánto me encanta fastidiarte a ti- contesto el
pelicastaño divertido -Además, tú mejor
que nadie sabes que en el fondo te alegra mi visita-
-¿Tu visita?- grito Keigo sin poder disimular el
espanto en su voz.
-Sí, mi visita, estoy
abajo, en uno de los salones, el mayordomo me dijo que no has bajado hoy, y que
ni siquiera has tomado desayuno ¿te encuentras bien?- Pregunto con cierta preocupación en su
voz.
-No necesito de ninguna
maldita niñera Taki, si quieres buscarte un hijo, bien puedes adoptar a alguno,
dicen que en África prácticamente los regalan, deberías probar- agregó con voz filosa Keigo, la que
no tuvo ningún efecto en su amigo.
-Muy bien, voy a subir
yo entonces- dicho
esto, Taki finalizó la conversación, dejando a un Atobe más irritado de lo
común completamente descolocado.
Su
irritabilidad sólo se duplicó al ver entrar a su habitación al pelicastaño como
pedro por su casa, sin molestarse si quiera en tocar la puerta, venia vestido
de manera casual, con unos jeans negros pitillos y una vans del mismo color,
una camisa de jeans completamente desabotonada y una camiseta blanca. Por su
parte Keigo lucía completamente natural, con una belleza autentica, sólo
llevaba una camiseta y pantalones blancos de algodón, iba descalzo y la luz de
medio día que entraba por los grandes ventanales jugaban sobre su cabello
platinado, haciendo que desprendieran pequeños reflejos, como si éste tuviera
vida propia.
-Vaya, parece que te has
levantado recién ¿acaso andas en pijama aun?- pregunto Taki con evidente intriga por
el comportamiento de su amigo.
La
verdad era que esto no era normal en Atobe, él siempre seguía un horario muy
estricto, con entrenamientos especiales que iban desde la equitación a la
esgrima, pero por sobre todo, se preocupaba siempre de entrenar todas las
mañanas su resistencia física a través de diversos ejercicios cardiovasculares,
asegurándose de estar siempre en forma, como era lógico de esperar del capitán
de Hyotei Gakuen. Pero el día de hoy parecía recién salido de la cama, cuando ya
era medio día, aunque Taki debía admitir que esa ropa holgada y simple, no
restaba ni un poco de la belleza del joven heredero, es más, parecían
acentuarla con naturalidad, la manera en que caía el pantalón de sus caderas,
su caminar sinuoso y elegante, le hacían ver simplemente adorable. Keigo se dirigió
hacia uno de los sillones dispuestos estratégicamente dentro de la habitación y
se sentó cruzando las piernas, dejando ver una expresión de apatía total. Taki
le siguió con la mirada todo el tiempo, y tomo lugar junto a él en el sillón.
-¿Qué te pasa?- preguntó en un tono sutil, pero sus
ojos reflejaban preocupación.
-Nada ¿qué te hace
pensar que el gran Ore-sama sufre de algo?- respondió tratando de eludir el tema y borrando toda
expresión de su rostro.
-Es muy obvio que estas
afectado por algo Keigo- sentenció
el pelicastaño –Después de conocernos
durante casi 3 años ¿aun crees que me puedes engañar?- Keigo no respondió,
se limitó a desviar sus ojos, completamente consciente de ser objeto de la
mirada inquisidora de su amigo.
-Para que te enteres
Taki, el gran Ore-sama no se parece nada a la gente común, cualquier intento
tuyo por tratar de predecir mis actos es en vano, es imposible que alguien como
tu pueda llegar a conocerme- respondió
con total arrogancia, aunque él bien sabía que toda esa arrogancia no era más
que una máscara.
Taki
suspiró pesadamente, tenía que reconocer que a veces su “amigo” se comportaba
como un verdadero cretino, tanto que estaba seguro que ni él mismo era capaz de
soportarse.
-Mira Keigo, esto te lo diré porque eres mi
amigo, y como tal, te aprecio y quiero lo mejor para ti- sentenció con voz más
seria de lo acostumbrado –deberías
buscarte a alguien que te quite ese mal humor que llevas desde hace varios
días, tal vez eso es lo que te hace falta-
y sin decir más, se levantó del sillón y se fue haciendo un gesto
con la mano, pero cuando llegó a la puerta, se dio media vuelta y agregó
-O será que… ¿ya
encontraste a alguien y no tienes el valor de declararte?- para su sorpresa, la cara de Keigo
reflejaba completa estupefacción. Había dejado caer su máscara de indiferencia
y arrogancia, para dar paso a una cara llena de dudas y miedos. No se
equivocaba, había dado en el blanco, el mal humor de su capitán tenía nombre y
apellido, aunque aún no sabía de quien se trataba. Los segundos que se demoró
en sacar esta conclusión bastaron para que Atobe recuperara la compostura,
actuando totalmente desentendido.
-No tengo idea de lo que estás hablando.
Deberías dejar de usar tantos químicos en el cabello Taki, porque ya te están
pudriendo el poco cerebro que tenías- Agregó Keigo de manera fría.
-Si claro, lo que digas. Aunque deberías
meditar sobre esa persona, porque si sigues actuando así, lo más seguro es que
lo espantas. Aunque, muero de la curiosidad por saber quién es, por el sólo
hecho de lograr impresionar al gran Atobe Keigo ya es alguien digno de
admiración- Y sin decir más, dio media vuelta y se marchó, dejando a un
Keigo completamente atónito ¿cómo era que su amigo se había podido dar cuenta
de algo que ni él estaba seguro? tan notorio era!!!
Se
levantó pesadamente del sillón y se pasó una mano por el cabello, provocando
que éste se moviera ligeramente, cayendo sobre su rostro y liberando destellos
plata al reflejar la luz del sol. Caminó lentamente hacia su cama y se tumbó en
ella boca abajo sin dejar de pensar en las palabras de su amigo…
“por el
sólo hecho de lograr impresionar al gran Atobe Keigo ya es alguien digno de
admiración”
A
decir verdad, Tezuka lo sorprendió desde la primera vez que lo vio. Ya había pasado
más de 1 año de eso, pero aun podía recordar cada detalle de lo sucedido ese día.
Era
un día soleado, no tan caluroso, ideal para disfrutar del Torneo de Kantou. Él
se encontraba en la banca, esperando a que llegara su partido en singles 1 y
estaba a punto de salir a jugar su capitán. Si bien Atobe había ganado la
capitanía de Hyotei un año atrás al vencer a todos los titulares, él había
cedido su derecho de ejercer como capitán a condición de permanecer como el
único jugador fijo de singles 1. Por lo tanto, mientras comenzaba el partido de
su “capitán” él se preparaba para enfrentar en singles 1 al capitán de Seigaku.
Sabía
perfectamente que Seigaku no era un oponente fuerte, ciertamente había tenido
sus años de gloria, pero claramente, el estado actual del club de tenis de Seishun
Gakuen era de franca decadencia. Nunca dudó, ni por un segundo de la victoria
de su equipo, con la cual lograrían asegurar su paso a los Nacionales. Sin
embargo, nunca imaginó que en un equipo que a su parecer era tan débil, podría
encontrarse semejante jugador. Atobe sabía perfectamente que su capitán no era
fuerte, que le faltaba entrenamiento diario, resistencia, fuerza y velocidad,
por no mencionar que no tenía ningún talento para el tenis, pero lo que vio le
dejó sorprendido. El muchacho rubio ceniza de segundo año le estaba dando una
paliza de proporciones a su capitán, y eso no era todo, este muchacho jugaba
con su mano derecha, a pesar de ser zurdo!!!
Atobe
pudo percatarse de esto debido a su extraordinaria percepción, pero estaba
claro que para el resto de los espectadores, esto era un misterio, ni siquiera
su capitán se dio cuenta que perdió contra un muchacho que jugó todo el partido
sin su mano dominante. Desde ese momento, los ojos de Atobe no dejaron de
posarse en la figura del muchacho de anteojos, la elegancia con que caminaba
hacia la línea de meta, la seguridad en cada movimiento, que reflejaban su
dominio completo del juego a través de la firme seguridad en sus propias
capacidades. El joven titular de Seigaku lo maravilló con su estilo de juego.
Pero
una duda surgía en su cabeza: ¿por qué no usaba su mano dominante? Atobe no lo
supo en ese momento, y tuvo que esperar 1 año para saberlo, lo descubrió cuando
se vieron nuevamente las caras en el Torneo de Kantou, esta vez jugando ambos
como capitanes de sus respectivos equipos en singles 1. Tezuka estaba
lesionado.
Recordando
todo esto ahora, sólo hacía que Tezuka se viera cada vez más impresionante a
los ojos de Atobe. Si bien nunca se había detenido a pensarlo, ahora que lo
meditaba, uniendo toda la información, cada vez estaba más convencido que
Tezuka Kunimitsu era un ser de otro mundo, era uno en un millón.
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