sábado, 9 de noviembre de 2013



ONE IN A MILLION


Capítulo 2: Un Ser de Otro Mundo


Mientras trataba de calmarse a sí mismo y de encontrar una explicación lógica a todo lo que sentía, sintió el tono de su celular avisándole la urgencia de alguien por comunicarse con él, caminó con una gracia natural, con la cual sólo él podía desplazarse, estirando el níveo y ejercitado brazo para coger el celular último modelo que sonaba sobre su escritorio. Se trataba de Taki, uno de sus amigos más cercanos y su confidente. Una expresión de fastidio se reflejó en el inmaculado rostro del joven heredero, no se explicaba qué podría querer Taki un domingo al medio día, y francamente no tenía ni las ganas ni el tiempo de aguantarlo. Dio un profundo suspiro antes de contestar y gracias al cielo que Taki no podía ver el rostro de su amigo ahora mismo, porque hasta él se habría sentido herido por la indiferencia total que reflejaba su expresión, y es más, ni siquiera había hecho el esfuerzo de simular interés en su voz, la cual sonaba frívola y apática a través del teléfono celular.

-¿Qué quieres? ¿No tienes a nadie más a quien fastidiar?-  Respondió Atobe sin ningún tipo de rodeo.

-Qué dices!!! Si tú sabes cuánto me encanta fastidiarte a ti-  contesto el pelicastaño divertido -Además, tú mejor que nadie sabes que en el fondo te alegra mi visita-

-¿Tu visita?- grito Keigo sin poder disimular el espanto en su voz.

-Sí, mi visita, estoy abajo, en uno de los salones, el mayordomo me dijo que no has bajado hoy, y que ni siquiera has tomado desayuno ¿te encuentras bien?- Pregunto con cierta preocupación en su voz.

-No necesito de ninguna maldita niñera Taki, si quieres buscarte un hijo, bien puedes adoptar a alguno, dicen que en África prácticamente los regalan, deberías probar- agregó con voz filosa Keigo, la que no tuvo ningún efecto en su amigo.

-Muy bien, voy a subir yo entonces- dicho esto, Taki finalizó la conversación, dejando a un Atobe más irritado de lo común completamente descolocado.

Su irritabilidad sólo se duplicó al ver entrar a su habitación al pelicastaño como pedro por su casa, sin molestarse si quiera en tocar la puerta, venia vestido de manera casual, con unos jeans negros pitillos y una vans del mismo color, una camisa de jeans completamente desabotonada y una camiseta blanca. Por su parte Keigo lucía completamente natural, con una belleza autentica, sólo llevaba una camiseta y pantalones blancos de algodón, iba descalzo y la luz de medio día que entraba por los grandes ventanales jugaban sobre su cabello platinado, haciendo que desprendieran pequeños reflejos, como si éste tuviera vida propia.

-Vaya, parece que te has levantado recién ¿acaso andas en pijama aun?- pregunto Taki con evidente intriga por el comportamiento de su amigo.

La verdad era que esto no era normal en Atobe, él siempre seguía un horario muy estricto, con entrenamientos especiales que iban desde la equitación a la esgrima, pero por sobre todo, se preocupaba siempre de entrenar todas las mañanas su resistencia física a través de diversos ejercicios cardiovasculares, asegurándose de estar siempre en forma, como era lógico de esperar del capitán de Hyotei Gakuen. Pero el día de hoy parecía recién salido de la cama, cuando ya era medio día, aunque Taki debía admitir que esa ropa holgada y simple, no restaba ni un poco de la belleza del joven heredero, es más, parecían acentuarla con naturalidad, la manera en que caía el pantalón de sus caderas, su caminar sinuoso y elegante, le hacían ver simplemente adorable. Keigo se dirigió hacia uno de los sillones dispuestos estratégicamente dentro de la habitación y se sentó cruzando las piernas, dejando ver una expresión de apatía total. Taki le siguió con la mirada todo el tiempo, y tomo lugar junto a él en el sillón.

-¿Qué te pasa?- preguntó en un tono sutil, pero sus ojos reflejaban preocupación.

-Nada ¿qué te hace pensar que el gran Ore-sama sufre de algo?- respondió tratando de eludir el tema y borrando toda expresión de su rostro.

-Es muy obvio que estas afectado por algo Keigo- sentenció el pelicastaño –Después de conocernos durante casi 3 años ¿aun crees que me puedes engañar?- Keigo no respondió, se limitó a desviar sus ojos, completamente consciente de ser objeto de la mirada inquisidora de su amigo.

-Para que te enteres Taki, el gran Ore-sama no se parece nada a la gente común, cualquier intento tuyo por tratar de predecir mis actos es en vano, es imposible que alguien como tu pueda llegar a conocerme- respondió con total arrogancia, aunque él bien sabía que toda esa arrogancia no era más que una máscara.

Taki suspiró pesadamente, tenía que reconocer que a veces su “amigo” se comportaba como un verdadero cretino, tanto que estaba seguro que ni él mismo era capaz de soportarse.

-Mira Keigo, esto te lo diré porque eres mi amigo, y como tal, te aprecio y quiero lo mejor para ti- sentenció con voz más seria de lo acostumbrado –deberías buscarte a alguien que te quite ese mal humor que llevas desde hace varios días, tal vez eso es lo que te hace falta-  y sin decir más, se levantó del sillón y se fue haciendo un gesto con la mano, pero cuando llegó a la puerta, se dio media vuelta y agregó

-O será que… ¿ya encontraste a alguien y no tienes el valor de declararte?- para su sorpresa, la cara de Keigo reflejaba completa estupefacción. Había dejado caer su máscara de indiferencia y arrogancia, para dar paso a una cara llena de dudas y miedos. No se equivocaba, había dado en el blanco, el mal humor de su capitán tenía nombre y apellido, aunque aún no sabía de quien se trataba. Los segundos que se demoró en sacar esta conclusión bastaron para que Atobe recuperara la compostura, actuando totalmente desentendido.

-No tengo idea de lo que estás hablando. Deberías dejar de usar tantos químicos en el cabello Taki, porque ya te están pudriendo el poco cerebro que tenías- Agregó Keigo de manera fría.

-Si claro, lo que digas. Aunque deberías meditar sobre esa persona, porque si sigues actuando así, lo más seguro es que lo espantas. Aunque, muero de la curiosidad por saber quién es, por el sólo hecho de lograr impresionar al gran Atobe Keigo ya es alguien digno de admiración- Y sin decir más, dio media vuelta y se marchó, dejando a un Keigo completamente atónito ¿cómo era que su amigo se había podido dar cuenta de algo que ni él estaba seguro? tan notorio era!!!

Se levantó pesadamente del sillón y se pasó una mano por el cabello, provocando que éste se moviera ligeramente, cayendo sobre su rostro y liberando destellos plata al reflejar la luz del sol. Caminó lentamente hacia su cama y se tumbó en ella boca abajo sin dejar de pensar en las palabras de su amigo…

 “por el sólo hecho de lograr impresionar al gran Atobe Keigo ya es alguien digno de admiración”

A decir verdad, Tezuka lo sorprendió desde la primera vez que lo vio. Ya había pasado más de 1 año de eso, pero aun podía recordar cada detalle de lo sucedido ese día.

Era un día soleado, no tan caluroso, ideal para disfrutar del Torneo de Kantou. Él se encontraba en la banca, esperando a que llegara su partido en singles 1 y estaba a punto de salir a jugar su capitán. Si bien Atobe había ganado la capitanía de Hyotei un año atrás al vencer a todos los titulares, él había cedido su derecho de ejercer como capitán a condición de permanecer como el único jugador fijo de singles 1. Por lo tanto, mientras comenzaba el partido de su “capitán” él se preparaba para enfrentar en singles 1 al capitán de Seigaku.

Sabía perfectamente que Seigaku no era un oponente fuerte, ciertamente había tenido sus años de gloria, pero claramente, el estado actual del club de tenis de Seishun Gakuen era de franca decadencia. Nunca dudó, ni por un segundo de la victoria de su equipo, con la cual lograrían asegurar su paso a los Nacionales. Sin embargo, nunca imaginó que en un equipo que a su parecer era tan débil, podría encontrarse semejante jugador. Atobe sabía perfectamente que su capitán no era fuerte, que le faltaba entrenamiento diario, resistencia, fuerza y velocidad, por no mencionar que no tenía ningún talento para el tenis, pero lo que vio le dejó sorprendido. El muchacho rubio ceniza de segundo año le estaba dando una paliza de proporciones a su capitán, y eso no era todo, este muchacho jugaba con su mano derecha, a pesar de ser zurdo!!!

Atobe pudo percatarse de esto debido a su extraordinaria percepción, pero estaba claro que para el resto de los espectadores, esto era un misterio, ni siquiera su capitán se dio cuenta que perdió contra un muchacho que jugó todo el partido sin su mano dominante. Desde ese momento, los ojos de Atobe no dejaron de posarse en la figura del muchacho de anteojos, la elegancia con que caminaba hacia la línea de meta, la seguridad en cada movimiento, que reflejaban su dominio completo del juego a través de la firme seguridad en sus propias capacidades. El joven titular de Seigaku lo maravilló con su estilo de juego.

Pero una duda surgía en su cabeza: ¿por qué no usaba su mano dominante? Atobe no lo supo en ese momento, y tuvo que esperar 1 año para saberlo, lo descubrió cuando se vieron nuevamente las caras en el Torneo de Kantou, esta vez jugando ambos como capitanes de sus respectivos equipos en singles 1. Tezuka estaba lesionado.


Recordando todo esto ahora, sólo hacía que Tezuka se viera cada vez más impresionante a los ojos de Atobe. Si bien nunca se había detenido a pensarlo, ahora que lo meditaba, uniendo toda la información, cada vez estaba más convencido que Tezuka Kunimitsu era un ser de otro mundo, era uno en un millón. 

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