sábado, 9 de noviembre de 2013



ONE IN A MILLION


Capítulo 4: Bienvenido Tezuka Kunimitsu


Francamente no lo podía creer, todo se pudo haber imaginado, menos que el entrenador reemplazante de Ryuzaki sensei fuera Tezuka. Se encontraba en un estado de estupefacción más agudo aun, pero esta vez su asombro iba mezclado con una alegría que Atobe sabía que no había experimentado antes. De pronto todo el peso del mundo que sentía que cargaba sobre sus hombros desapareció en un instante, el tiempo pareció detenerse y el corto trayecto realizado por el joven de anteojos hasta el centro de la habitación pareció durar la vida entera, ya que cada movimiento realizado por ese cuerpo, estaba siendo grabado en la memoria de Atobe. Su caminar era tranquilo y lleno de seguridad, su expresión era fría e indescifrable, pero algo había en su mirada, lo que a primera vista parecía fría e indiferente, si se miraba con cuidado se podría notar un dejo de inseguridad. Esa mirada miel recorría la habitación mirando a cada uno de los presentes, pero parecía que se trataba más que de una simple observación, parecía que buscaba a alguien. Hasta que los ojos miel se posaron directamente sobre su persona, fue en ese instante que Atobe sintió que el resto del mundo dejo de existir, que no había nadie más que él y Tezuka, mirándose directamente a los ojos. Sin embargo, él no pudo sostener la firme mirada del otro sobre su persona, por lo que tuvo que desviar sus ojos grises sintiendo como un ligero rubor inundaba sus mejillas.

Decir que sentía mariposas revolotear en su estómago no era nada, más bien las sentía bailar flamenco. Nunca pensó que una simple mirada pudiera tener tal efecto en él. Trató de concentrar su mente en otra cosa, de tranquilizar los fuertes latidos de su corazón, de disimular el sonrojo aun presente en su rostro, pero fue inútil. Escuchó a Tezuka hacer su presentación, fue su voz la que le permitió volver a la tierra nuevamente y ser consciente de los murmullos a su alrededor. Ahora que su cerebro parecía ser capaz de realizar la sinapsis nuevamente, una serie de preguntas llegaron a él, haciéndolo caer a tierra ¿qué significaba esto? Se suponía que Tezuka se encontraba en Alemania en medio de la rehabilitación ¿significaba su regreso que ya estaba completamente curado? ¿Significaba esto que él permanecería aquí? Para su desgracia la respuesta a todas sus preguntas vino de la boca misma de Tezuka y su voz sonó fría y decidida mientras explicaba que la situación era sólo transitoria, debido al estado de emergencia en que se encontraban tras el colapso de Ryuzaki sensei, dejando claro que terminado el Torneo, volvería a Alemania.

Esta noticia cayó como un balde de agua fría sobre el joven heredero, quien no pudo ocultar la expresión de desilusión mezclada con tristeza. Aunque paulatinamente este sentimiento se fue alejando, dando paso a la alegría y la esperanza. Lo importante era que estaba ahí!!! Si bien Tezuka se marcharía pronto, él no estaba dispuesto a perder el poco tiempo que tenía para verlo. Estaba decidido, durante lo que quedaba de campamento, se encargaría de acercarse lo más posible al muchacho de anteojos. Con la esperanza de algún día poder declararle todo lo que sentía por él. Lo conseguiría aunque se le fuera la vida en ello.

Durante el almuerzo no pudo comer nada, su estómago se encontraba extraño, pareciera que se había cerrado, impidiendo que cualquier bocado ingresara en él. Se limitó a jugar con la comida mientras realizaba furtivas miradas al chico de anteojos, miradas que más de una vez fueron atrapadas por las del ojimiel, provocando la sorpresa en la expresión de Atobe al sentir que hasta se le olvidaba cómo respirar.

Durante la tarde, cada quien se dirigió a su lugar de entrenamiento programado, ellos debían jugar en las canchas, pero nadie de su equipo fue al entrenamiento, todos se encontraban pendientes de la primera actuación de Tezuka como entrenador. Dentro del grupo de éste había opiniones divididas, muchos consideraban que Tezuka, si bien era un excelente jugador, no podría cumplir con los criterios suficientes para entrenarlos, pero en la cancha quedó demostrada la gran capacidad del tenista de cabellos dorados. Ante la estupefacta mirada de todos los presentes, Tezuka se encargó de despejar cualquier duda sobre su capacidad como tenista, al vencer fácilmente a todos sus contendores, sin siquiera levantar el hombro y realizando sólo movimientos suaves. Atobe sintió en ese momento, que el chico de anteojos se lucia sólo para él y no pudo evitar sonreír con alegría no fingida. Gesto que causó la total extrañeza de sus compañeros a su lado, ya que ni Kabaji ni Yuushi recordaban la última vez que habían visto sonreír a su capitán. Finalmente había encontrado su motivación.

El resto del día transcurrió en completa armonía, se sentía en paz, extrañamente feliz, se encontraba completamente concentrado en el juego, tanto que no fue capaz de percibir los serios ojos color miel que le observaban a lo lejos, ojos que al posarse sobre el peliplateado adquirían una vitalidad nunca antes vista. Atobe permaneció inmutable, fijo en el juego, su rostro reflejaba la determinación total, estaba completamente decidido, no podía permitir que nadie más sobresaliera, él debía ser el único ser digno de la mirada del ojimiel.

Cuando llegó la tarde se dirigió a su habitación, decidido a darse una larga ducha mientras aclaraba su mente y se sintió extrañamente relajado. Salió del baño privado en su dormitorio sólo con una toalla atada a la cintura, afuera ya había anochecido y la luz de la luna entraba por la ventada, jugueteando sobre su cabello húmedo, que destellaba con imperceptibles reflejos plateados, otra vez él no fue consciente, pero desde fuera del edificio, su reluciente piel era observada detalladamente por unos ojos miel, que esta vez, parecían brillar con mayor intensidad. Atobe se dirigió hacia su celular, miro la hora y vio que aún tenía tiempo, faltaba más de 1 hora para la cena, por lo que se dedicó a secar su cabello con movimientos gráciles y posteriormente se dirigió a baño a vestirse. Hubiera deseado poder llevar algo mejor que esa ropa deportiva, pero eran las reglas del Campamento, por lo que decidió bajar sin más demora hacia la sala de estar del edificio. Allí se encontraban reunidos varios jugadores, y escuchó para su sorpresa que el club de tenis Seigaku estaba planeando una bienvenida para su capitán. Esto le pareció una insolencia ¿Cómo se atrevían a planear algo así sin avisarle antes? Ocultó su cara de indignación mirando hacia la ventana, dándole la espalda a los demás presentes, pero no podía dejar las cosas así, la situación se le escapaba de las manos, tenía que hacer algo para demostrarle a Tezuka que su llegada también era importante para él. Y fue así que nació la idea, ellos se unirían a la celebración cantando una canción, que Atobe se encargó de dejar en claro que estaba dedicada exclusivamente el ojimiel.

La fiesta finalizó con un discurso de Tezuka, pero Atobe no pudo fijar su completa atención en él, debido a que la expresión y actitud de Sanada crearon una sombra de duda en él. Cuando Sanada se retiró del comedor con rumbo a la sala de máquinas, no pudo evitar levantarse y seguirlo, aun cuando deseaba mil veces más estar en el comedor para poder observar a gusto al rubio ceniza, esta situación con Sanada debía decidirse ahora. Él sabía muy bien la fijación que Sanada tenía con Tezuka, probablemente sólo se trataba de algo relacionado con el tenis, pero él no estaba dispuesto a correr el riesgo. Por esto hablo autoritariamente cuando se encontraron en la sala de máquinas, su voz era calmada, pero refleja el toque de arrogancia y frivolidad características en él.

-Aclaremos esto de una vez por todas, Sanada, Ore-sama es la única persona a la que Tezuka puede considerar como un verdadero rival- dijo posando sus manos en sus caderas.

-Probablemente él no piensa lo mismo- murmuro Sanada con voz grave y una expresión dura en su rostro inmutable.

-¿Qué tal si lo arreglamos con un partido?- sentencio tranquilamente Atobe, sin dejarse impresionar por las palabras de su rival.

-De acuerdo- agrego Sanada, con lo cual la discusión estaba resuelta, el resultado de ese duelo definiría quien entre los dos era mejor, y por lo tanto, quien de los dos era digno de ser llamado el verdadero rival de Tezuka.

El duelo fue jugado al día siguiente y Atobe se encontraba completamente concentrado en el partido, en su mirada sólo existía su rival, analizaba cada movimiento con el agudo sentido de la percepción que lo caracteriza. Sus movimientos eran ligeros, sin denotar esfuerzo, se movía grácilmente respondiendo los saques de su adversario con movimientos fluidos pero llenos de potencia, después de todo estaba desafiando a Sanada Genichirou, el vice capitán del Rikkai, pero él no se podía permitir una derrota, ya que sentía que era Tezuka mismo quien estaba en juego durante este partido. Su concentración se esfumo súbitamente al ver al muchacho de anteojos fuera de la cancha. Por un segundo se sintió completamente expuesto, estando a merced del riguroso escrutinio de esa severa mirada. Sin embargo, esa sensación inicial fue suplantada inmediatamente por otra de la más pura motivación -Te estaba esperando- dijo para sus adentros, ahora sentía una renovada fuerza en su interior, definitivamente no podía perder, no cuando Tezuka estaba ahí observándole. Pero toda su seguridad pareció esfumarse cuando su oponente restó sin ningún problema su golpe definitivo, en ese momento se vio forzado a usar su nuevo saque. Esta técnica no estaba completamente finalizada, pero no tuvo otro remedio más que usarla, no se podía dar el lujo de perder este encuentro. La satisfacción le envolvió al ver la expresión de sorpresa en la cara de Sanada, ese rostro duro que minutos antes reflejaba seguridad plena, no pudo evitar mostrar sorpresa por lo que acababa de ver, pero la satisfacción de engrandecer su propio ego no se comparó a la alegría inmensa que experimentó al ver la cara de Tezuka en esos momentos, el rubio ceniza tenía la mirada fija en Atobe y sus finos labios se curvaban en una sutil sonrisa que era dirigida sólo a él.

Lamentablemente este partido no pudo tener un ganador, fueron interrumpidos por sus respectivos entrenadores. Al constatar las notables capacidades de ambos, quedaron seleccionados automáticamente para el Torneo Amistoso.


Después de este encuentro, Atobe reafirmó lo que se había propuesto el día anterior. Sabía que sería difícil, pero no se pensaba rendir sin antes dar la batalla, se sentía asustado y frágil, pero entendió que eso es natural cuando se ama. Las dudas que antes tenía, se volvieron a hacer presente ¿Cómo ser valiente? ¿Cómo se puede amar cuando se tiene miedo de salir herido? Pero luego de ver el rostro de Tezuka, todas sus dudas se dispersaron. Ese hombre… sería suyo.

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